Durante semanas he estado alejado
del grupo de científicos. No sé cómo estarán pues aquí es imposible conectar
nuestros dispositivos de comunicación. No he visto ningún tipo de habitante. El
lugar es difícil de describir. Parece una gran metrópoli destruida. Últimamente
me ha costado trabajo discernir las palabras precisas para dar una idea de lo
que estoy viviendo. Las provisiones de oxígeno se están acabando y me resulta
imposible continuar avanzando.
Las baterías de la bitácora de mi
coraza abiótica se están deteriorando y no resisten más la endeble energía
que le transmito. No sé si regresar o intentar experimentar en este
lugar la posible creación de un centro de comunicación y abastecimiento. Pero
no me atrevo a cortar las plantas nativas, que crecen sobre las edificaciones
abandonadas.
En mi planeta fui un inmortal,
pero aquí las condiciones de mutación pueden afectar mi composición y si no me
destruyen, por lo menos impondrán un fuerte comportamiento errático que me
sacará de mi estado meditativo perfecto. Estoy preocupado por mis compañeros.
Es posible que su adicción al sueño los esté llevando a adaptarse en un entorno
cerrado que dificultará el movimiento de sus cuerpos por mucho tiempo. Además,
todas sus ideas pueden resultar erráticas y puede que incluso lleguen a la
violencia entre ellos. Algo que sí he podido constatar es que las vibraciones
de este planeta son muy densas y si nos quitamos los cascos las consecuencias
serán funestas.
Antes de irme, Foks me comunicó la posibilidad de riesgo de contaminación, a causa de una variable a la que denominó
tiempo. Si mi coraza termina de deteriorarse, me veré en la obligación de
aceptar las condiciones que esta dimensión imponga a mi vibración interna y eso
provocará que tenga en cuenta una nueva variable que
probablemente me haga caer en el olvido de cualquier misión encomendada.
Para garantizar mi supervivencia,
dividiré mi esencia en dos y al disolverme, puede que la necesidad de
encontrarme singularice los movimientos de mi ser inicial. Tendré que inventar
un lenguaje de sonidos para que las partes que me compongan de alguna manera se
mezclen con el entorno y generen una nueva coraza que me regenerará. Pero, me
preocupa eso que mencionó Foks.
-Tenga cuidado al salir, las
vibraciones que esta dimensión presenta crearán un lenguaje cargado de
elementos ajenos al nuestro. Eso impone la posibilidad de una desintegración
casi infinita de la consciencia divina.- Dijo antes de permitirme salir de la
nave.
-Nosotros somos el infinito- le
respondí.
Eso es lo último que recuerdo. Dejaré
esa idea implantada en la composición de este lugar al caer. Puede que los
daños colaterales sean mínimos y que la ruptura de la que hablaba el teniente
no se vea afectada por el supuesto tiempo.