domingo, 21 de junio de 2015

INTERCAMBIANDO ETIQUETAS.


Durante semanas he estado alejado del grupo de científicos. No sé cómo estarán pues aquí es imposible conectar nuestros dispositivos de comunicación. No he visto ningún tipo de habitante. El lugar es difícil de describir. Parece una gran metrópoli destruida. Últimamente me ha costado trabajo discernir las palabras precisas para dar una idea de lo que estoy viviendo. Las provisiones de oxígeno se están acabando y me resulta imposible continuar avanzando. 

Las baterías de la bitácora de mi coraza abiótica se están deteriorando y no resisten más la endeble energía que le transmito. No sé si regresar o intentar experimentar en este lugar la posible creación de un centro de comunicación y abastecimiento. Pero no me atrevo a cortar las plantas nativas, que crecen sobre las edificaciones abandonadas. 

En mi planeta fui un inmortal, pero aquí las condiciones de mutación pueden afectar mi composición y si no me destruyen, por lo menos impondrán un fuerte comportamiento errático que me sacará de mi estado meditativo perfecto. Estoy preocupado por mis compañeros. Es posible que su adicción al sueño los esté llevando a adaptarse en un entorno cerrado que dificultará el movimiento de sus cuerpos por mucho tiempo. Además, todas sus ideas pueden resultar erráticas y puede que incluso lleguen a la violencia entre ellos. Algo que sí he podido constatar es que las vibraciones de este planeta son muy densas y si nos quitamos los cascos las consecuencias serán funestas.

Antes de irme, Foks me comunicó la posibilidad  de riesgo de contaminación, a causa de una variable a la que denominó tiempo. Si mi coraza termina de deteriorarse, me veré en la obligación de aceptar las condiciones que esta dimensión imponga a mi vibración interna y eso provocará que tenga en cuenta una nueva variable que probablemente me haga caer en el olvido de cualquier misión encomendada.

Para garantizar mi supervivencia, dividiré mi esencia en dos y al disolverme, puede que la necesidad de encontrarme singularice los movimientos de mi ser inicial. Tendré que inventar un lenguaje de sonidos para que las partes que me compongan de alguna manera se mezclen con el entorno y generen una nueva coraza que me regenerará. Pero, me preocupa eso que mencionó Foks.

-Tenga cuidado al salir, las vibraciones que esta dimensión presenta crearán un lenguaje cargado de elementos ajenos al nuestro. Eso impone la posibilidad de una desintegración casi infinita de la consciencia divina.- Dijo antes de permitirme salir de la nave.

-Nosotros somos el infinito- le respondí.


Eso es lo último que recuerdo. Dejaré esa idea implantada en la composición de este lugar al caer. Puede que los daños colaterales sean mínimos y que la ruptura de la que hablaba el teniente no se vea afectada por el supuesto tiempo.